“Existen enormes concentraciones de intereses y organizaciones criminales generalizadas que los Estados tienen el deber de desmantelar. Es más fácil luchar contra sus víctimas. Con demasiada frecuencia, en nombre de la seguridad, se ha librado y se sigue librando una guerra contra los pobres, llenando las cárceles con quienes son sólo el último eslabón de una cadena de muerte. Aquellos que tienen la cadena en sus manos, en cambio, logran tener influencia e impunidad”.
En los rostros de quienes escuchan al Papa León XIV, en el Patio de San Dámaso, donde se desarrolla un encuentro con ocasión del Día Internacional contra la Droga proclamado por la ONU en 1989, se vislumbra un sufrimiento antiguo, un vacío, una falta de sentido y de afecto que en el pasado se convirtieron en resortes para buscar un anestésico, algo capaz de borrar o silenciar el dolor. Muchas de las personas presentes han experimentado la adicción, pero también el renacimiento, la “libertad” – dice León XIV – de la “prisión invisible” que representan la droga y las adicciones. El encuentro, que tiene lugar el mismo día de su celebración, es una oportunidad para lanzar un fuerte llamamiento “contra aquellos que hacen de la droga y de cualquier otra adicción -pensemos en el alcohol o en el juego- su inmenso negocio”, afirma el Pontífice.
Limpiarse de la desesperación
En su discurso cita luego el Evangelium Gaudium del Papa Francisco para recordar que las ciudades mejoran si integran “a los que son diferentes”, si también construyen arquitectónicamente puentes y, por tanto, relaciones que “favorezcan el reconocimiento del otro”. Palabras que apoyan el pensamiento de León XIV.
“Nuestras ciudades deben liberarse no de los marginados, sino de la marginación; no deben ser limpiados por los desesperados, sino por la desesperación”.
Una dignidad que se marchita
«La paz esté con ustedes», dice el Papa en su saludo, en el que recuerda que el encuentro se sitúa en el corazón del Jubileo, «un año de gracia en el que a cada uno se le reconoce su dignidad, muchas veces disminuida o negada». “La esperanza –subraya– es para ustedes una palabra rica en historia: no es un eslogan, sino la luz que se encuentra a través del gran trabajo”. Recuerda luego la tarde de Pascua, cuando Jesús saluda a los discípulos en el Cenáculo, entrando con las puertas cerradas, trayendo la paz, infundiendo en ellos «el Espíritu Santo, que es el aliento de Dios en nosotros». También hoy hay personas que, mirando más allá –subraya el Papa– vislumbran la dignidad olvidada o negada.
“Cuando no hay aire, cuando no hay horizonte, nuestra dignidad se marchita. ¡No olvidemos que Jesús resucitado viene de nuevo y trae su aliento! Lo hace a menudo a través de las personas que van más allá de nuestras puertas cerradas y que, a pesar de todo lo que haya sucedido, ven la dignidad que hemos olvidado o que se nos ha negado”.
“Juntos”
Para León XIV, la presencia de tanta gente en el Patio de San Dámaso es “un testimonio de libertad”; libre de la prisión de las adicciones. “Al encontrarlos”, dice, “pienso en el abismo de mi corazón y de todo corazón humano”, en esa inquietud de la que hablaba san Agustín y que encuentra paz en Dios. Buscamos la paz y la alegría; tenemos sed de ellas. Y muchos engaños pueden decepcionarnos e incluso aprisionarnos en esta búsqueda. Pero hay una salida: “juntos”, sólo así se puede vencer el mal y sólo así podremos alegrarnos más.
“El Dios que creó y conoce a cada uno de nosotros –y es más íntimo de mí que yo mismo– nos hizo para que estuviéramos juntos. Por supuesto, también hay vínculos que duelen y grupos humanos que carecen de libertad. Pero incluso esto solo lo podemos conseguir juntos, confiando en aquellos que no se aprovechan de nuestra piel, en aquellos a quienes podemos encontrar y que nos atienden con atención desinteresada”.
El martirio de hoy
El Papa recuerda que también hoy se puede experimentar el martirio cuando, por ejemplo, el compromiso de restituir y redistribuir la riqueza acumulada injustamente se convierte en motivo de conflicto.
“La lucha contra el narcotráfico, el compromiso educativo entre los pobres, la defensa de las comunidades indígenas y de los migrantes, la fidelidad a la doctrina social de la Iglesia son considerados subversivos en muchos lugares”.
“La Iglesia necesita de ustedes”
En la confianza, primer paso hacia el renacimiento, las vidas florecen de nuevo, especialmente las de los jóvenes. «Dios hace cosas grandes», subraya el Pontífice, «con aquellos que libera del mal», con «las piedras descartadas» que tienen la fuerza y el coraje de cambiar el rumbo de la propia historia.
“La Iglesia necesita de ustedes. La humanidad tiene necesidad de ustedes. La educación y la política los necesitan. Juntos haremos que la dignidad infinita impresa en cada uno de nosotros prevalezca sobre toda dependencia degradante”.
Nadie está perdido jamás
Dignidad que “a veces brilla sólo cuando está casi completamente perdida” pero es allí donde “viene una sacudida y se hace evidente que levantarse de nuevo es una cuestión de vida o muerte”. “Hoy toda la sociedad –explica el Papa– necesita ese empujón, necesita su testimonio y el gran trabajo que están haciendo”.
“De hecho, todos tenemos la vocación de ser más libres y de ser humanos, la vocación de la paz. Éste es el llamado más divino. Avancemos, pues, juntos, multiplicando los lugares de curación, de encuentro y de educación: caminos pastorales y políticas sociales que empiezan en la calle y no dan nunca a nadie por perdido”.
Mantovano: Las adicciones, un desafío cultural
En el encuentro en el Vaticano estuvo presente el subsecretario de Estado de la Presidencia del Consejo de Ministros de Italia, Alfredo Mantovano, que trajo los saludos de la primera ministra, Giorgia Meloni, ocupada en el Consejo Europeo en Bruselas. En su saludo subrayó que “la drogadicción es un desafío cultural y humano” y que la droga, blanda o dura, “destruye la vida, hace esclavos y subyugados”. Las instituciones –afirma– no se cansan de luchar, no se resignan ante el narcotráfico que amenaza a naciones enteras, sino que colaboran para combatir su propagación. “Ante usted, Santo Padre, hay testigos de la esperanza, convencidos de que la esperanza es de quien construye cada día, no de quien grita o despotrica: convencidos de que no existe una esperanza de bajo coste, sustituible por sustancias que dan la ilusión de sentirse poderosos y luego dejan en la mentira de la esclavitud”.