La escucha más importante: la de la voz de Dios
Inspirándose en las lecturas propuestas por la liturgia, que narran cómo la comunidad de los orígenes afrontó el desafío de la apertura al mundo pagano para el anuncio del Evangelio, el Santo Padre evidenció que “en todo el proceso, la escucha más importante que hizo posible todo lo demás fue la de la voz de Dios. De ese modo, nos recuerdan que la comunión se construye ante todo ‘de rodillas’, en la oración y en un continuo compromiso de conversión”.
“Sólo en esa tensión, en efecto, cada uno puede sentir dentro de sí la voz del Espíritu que grita: “Abba, Padre” y consecuentemente escuchar y comprender a los demás como hermanos”
Guiados por el Espíritu que enseña y recuerda
“También el Evangelio nos reitera este mensaje diciéndonos que, en las decisiones de la vida no estamos solos”, añadió el Santo Padre.
El Espíritu nos sostiene y nos indica el camino a seguir, “enseñándonos” y “recordándonos” todo lo que Jesús dijo.
En primer lugar – explicó el Pontífice – el Espíritu nos enseña las palabras del Señor grabándolas profundamente en nosotros, según la imagen bíblica de la ley que ya no está escrita en tablas de piedra, sino en nuestros corazones; don que nos ayuda a crecer hasta transformarnos en “una carta de Cristo”, los unos para los otros.
“Y es efectivamente así: nosotros somos tanto más capaces de anunciar el Evangelio cuanto más nos dejamos conquistar y transformar por Él, permitiendo a la potencia del Espíritu purificarnos en lo más íntimo, haciendo que nuestras palabras sean simples y sin doblez, nuestros deseos honestos y limpios, nuestras acciones generosas”
Y aquí entra en juego el otro verbo, “recordar”, aseveró el Santo Padre. “Es decir volver a dirigir la atención del corazón a lo que hemos vivido y aprendido, para penetrar más profundamente en el significado y saborear su belleza”.

El camino de la diócesis de Roma
A este respecto, León XIV evidenció “el comprometido camino que la diócesis de Roma está recorriendo en estos años”. “Es un camino difícil, aún en curso, que intenta abrazar una realidad muy rica, pero también muy compleja. Es, sin embargo, un camino digno de la historia de esta Iglesia, que muchas veces ha demostrado que sabe pensar “a lo grande”, entregándose sin reservas en proyectos valientes, y arriesgándose incluso frente a escenarios nuevos y complejos”.
De esto es signo el gran trabajo con el que toda la diócesis, precisamente en estos días, se ha prodigado para el Jubileo, en la acogida y en el cuidado de los peregrinos y en tantas otras iniciativas. Gracias a muchos esfuerzos, la ciudad le parece a quien viene —a veces desde muy lejos— como una gran casa abierta y acogedora, y sobre todo como un hogar de fe.

“Cristiano con ustedes y Obispo para ustedes”
“Por mi parte, expreso el deseo y el compromiso de entrar en este vasto proyecto poniéndome, en la medida de lo posible, a la escucha de todos, para aprender, comprender y decidir juntos: “cristiano con ustedes y Obispo para ustedes ”, como decía san Agustín. Les pido que me ayuden a realizarlo mediante un esfuerzo común de oración y de caridad”, manifestó el Obispo de Roma.
Para concluir, el Papa León XIV citó palabras del Beato Juan Pablo I cuando, en 1978, saludó a su nueva familia diocesana, diciéndole: “puedo asegurarles que los amo, que solamente deseo servirlos y poner a disposición de todos mis pobres fuerzas, todo lo poco que tengo y que soy”.
“También yo quisiera expresarles todo mi afecto, con el deseo de compartir con ustedes, en el camino común, alegrías y dolores, fatigas y esperanzas. Del mismo modo, les ofrezco “todo lo poco que tengo y que soy””
“Y eso, lo confío a la intercesión de los santos Pedro y Pablo y a la de tantos otros hermanos y hermanas cuya santidad ha iluminado la historia de esta Iglesia y las calles de esta ciudad. Que la Virgen María nos acompañe e interceda por nosotros”, finalizó el Pontífice.
El saludo desde la Logia de la Basílica
El último acto fue el saludo del Papa desde el balcón central de la Basílica. Tras varios minutos de espera, el Papa León saludó a todos los fieles reunidos en la plaza. «La paz este con ustedes», dijo, “queridos hermanos y hermanas, comunidad de Roma, es para mí un gran placer estar aquí con ustedes esta tarde en este acto litúrgico. Hemos celebrado la toma de posesión como vuestro nuevo obispo de Roma. ¡Gracias a todos!”

“Vivir nuestra fe, especialmente durante este año jubilar, buscando la esperanza, pero intentando ser nosotros mismos testimonio que ofrezca esperanza al mundo. Un mundo que sufre tanto, tanto dolor por las guerras, la violencia, la pobreza. Pero a nosotros, los cristianos, el Señor nos pide que seamos siempre ese testimonio vivo. Que vivamos nuestra fe, que sintamos que Jesucristo está presente en nuestros corazones y que sepamos que Él siempre nos acompaña en nuestro camino”.
“¡Gracias a ustedes por caminar juntos!”, añadió el Papa, interrumpido por los aplausos y los coros de “¡Viva el Papa!”: “Caminemos todos juntos, cuenten siempre conmigo, que con ustedes soy cristiano y para ustedes, obispo”.