Ante Javier Milei y otras autoridades, Jorge García Cuerva pidió terminar con las descalificaciones y el odio
El prelado porteño convocó al diálogo, al encuentro y a la reconciliación, porque “es con todos” la oportunidad de reconstrucción de la Patria
El arzobispo de Buenos Aires, Jorge García Cuerva, presidió el Tedeum en la Catedral Metropolitana, en el 215º aniversario de la constitución del primer gobierno en el marco de la llamada Revolución de Mayo.
Acompañaron al titular de la Iglesia de Buenos Aires, sus obispos auxiliares, referentes de los distintos credos, y el nuncio apostólico, Miroslaw Adamczyk. Estuvieron presentes en la celebración el señor presidente de la Nación, Javier Milei, la vicepresidente, Victoria Villarruel, el jefe del gobierno de la ciudad, Jorge Macri, entre muchos otros funcionarios nacionales, legisladores, y referentes del gobierno local.
Después de la lectura del Evangelio referido a la curación de la hija de Jairo, el arzobispo compartió lo que quiere sea un aporte para la reflexión de todos los actores de la sociedad, con el convencimiento de que todos construyen la Patria.
“Argentina sangra”
Expresó que, del mismo modo que lo hizo Jairo, “nosotros también venimos a pedirle a Dios que nuestra Argentina se cure y viva. Experimentamos que se está muriendo la fraternidad, se está muriendo la tolerancia, se está muriendo el respeto”. Agregó que, si se mueren estos valores, se muere un poco el futuro y las esperanzas de forjar una Argentina unida.
También mencionó a la mujer que padecía hemorragias y había sufrido en manos de numerosos médicos y gastado todos sus bienes. Estimó que ante tantas promesas incumplidas habrá experimentado bronca, apatía y desazón, como los argentinos que ante años de promesas incumplidas y estafas electorales perdieron el entusiasmo de involucrarse y cumplir con el deber de ir a votar. Como esa mujer, “nuestro país también sangra”, y se refirió a quienes sufren marginalidad y la exclusión; a los adolescentes y jóvenes víctimas del narcotráfico y sus familias que no saben cómo evitar que ellos entren en las drogas; a quienes están en situación de calle; las familias inundadas; las personas con discapacidad; los jubilados que merecen una vida digna, con acceso a los remedios y a la alimentación. Específicamente, cree que esta situación hay que resolverla hoy.
Asimismo, se refirió a la Argentina que sangra “en la inequidad entre los que ‘se laburan todo’, y los que han vivido de privilegios que los alejó de la calle… alejados de la gente de a pie, no sienten su dolor, ni sus frustraciones, pero tampoco se emocionan con sus esperanzas y su esfuerzo diario por salir adelante”. A veces, ante este dolor, se bajan los brazos porque no hay más nada que hacer, y se transforman en agoreros de malas noticias o profetas de calamidades, remarcando lo que está mal y lo que falta.
“Hemos pasado todos los límites”
El Evangelio detalla que Jesús no tiene en cuenta esas palabras, y anima a la esperanza: “No temas, basta que creas”. Invita a que crean, a seguir adelante, a no desesperarse y a confiar en Él, en las capacidades del pueblo y sus raíces haciendo memoria agradecida por tantos que hicieron grande al país.
Como a la niña del Evangelio, Jesús da una buena noticia: Argentina no está muerta, estamos adormecidos por la indiferencia y el individualismo. Y están quienes se burlan de Jesús, los ‘haters’ de aquella época, los que difaman, desprecian o critican destructivamente. Recordó que el papa Francisco los llamaba “terroristas de las redes sociales”, y agregó: “Hemos pasado todos los límites, la descalificación, la agresión constante, el destrato, la difamación, parecen moneda corriente”.
También referenció al papa León XIV quien a los referentes de la comunicación les aseguraba que la paz comienza por cada uno de nosotros, por el modo en el que miramos, escuchamos y hablamos de los demás; “y, en este sentido, el modo en que comunicamos tiene una importancia fundamental; debemos decir “no” a la guerra de las palabras y de las imágenes”.
Tiempo de reconciliación
García Cuerva reafirmó la necesidad de diálogo, de forjar la cultura del encuentro, de frenar urgentemente el odio. “Démonos otra oportunidad, no podemos construir una Nación desde la guerra entre nosotros. Todo acto de violencia es condenable, y quiebra el tejido social”, pidió.
Tal como relata el Evangelio que dice que Jesús tomó de la mano a la niña postrada, opinó que al pueblo argentino le falta tomarse de la mano y tirar para adelante. Aludió al escritor Elie Wiesel, Premio Nobel de la Paz y sobreviviente de los campos de exterminio nazis, quien abogaba por realizar una “transfusión de memoria” porque la memoria no sólo permitirá que no se cometan los mismos errores, sino que se accederá a aquellos logros que ayudaron al pueblo a superar las encrucijadas históricas.
El arzobispo de Buenos Aires pidió ver la fachacha de la catedral (esculpida en 1862), que fue elegida con la intención de perpetuar a través del arte, la reconciliación nacional. Se representa allí el encuentro de patriarca Jacob con su hijo José. Buenos Aires venía a reconciliarse con la Confederación Argentina en fraterno pacto de unión rubricado en San José de Flores, en 1859. Después de enfrentarse y desangrarse en luchas fratricidas, los argentinos dijeron basta y se abrazaron.
“Hoy quisiera que volvamos allí nuestra mirada e imaginemos el abrazo que nos debemos los argentinos”, el abrazo que se niega, el que no se comparte, el que no se pudo durante la pandemia. “Usemos las manos para acariciar el dolor y las heridas de tantos que la están pasando mal; ‘manos a la obra entonces’, pero unidos, como pueblo, más allá de las legítimas diferencias”, señaló García Cuerva.
“Es con todos”
Jesús dijo a la niña: “yo te lo ordeno, levántate”, recordó el arzobispo, y convocó: “Argentina, levantate, ponete de pie… basta de arrastrarnos en el barro de las descalificaciones y la violencia, basta de vivir paralizados en el odio y el pasado.. es hora de ponerse de pie, unidos… Es con todos, mirándonos a la cara, porque nuestras decisiones y políticas públicas tienen que tener rostros concretos, historias reales…”.
Consideró que todos tienen hambre de sentido de vida, hambre de Dios, porque se han acostumbrado a comer el pan duro de la desinformación; el de la indiferencia y la insensibilidad; empachados de panes sin sabor, fruto de la intolerancia; el pan agrietado por el odio y la descalificación. “Tenemos hambre de solidaridad capaz de abrir nuestros encierros y soledades. Tenemos hambre, de fraternidad para que la indiferencia, el descrédito y la descalificación no llenen nuestras mesas y no tomen el primer puesto en nuestro hogar. Tenemos hambre de esperanza capaz de despertar la ternura y sensibilizar el corazón abriendo caminos de transformación y conversión”.
Referenció al “recordado y querido Papa Francisco”, quien hace unos años decía que “Todos, desde el más pequeño al más grande, tienen un papel activo en la construcción de una sociedad integrada y reconciliada. Esta cultura es posible si todos participamos en su elaboración y construcción. La situación actual no permite meros observadores de las luchas ajenas. Al contrario, es un firme llamado a la responsabilidad personal y social (Discurso entrega del premio Carlomagno, Ciudad del Vaticano, 2016)
Para concluir pidió que, como esa niña curada por Jesús, comenzar a caminar unidos, hermanados, dialogando, con esperanza porque las nuevas generaciones merecen que les deje un país curado y reconciliado, de pie y con horizontes.