134 años después, Rerum Novarum inspira a León XIV y todavía da forma a la enseñanza social católica

Cuando el Cardenal Robert Francis Prevost fue elegido Papa el 8 de mayo, eligió el nombre de León XIV en parte, según declaró unos días después, para honrar a León XIII y su histórica encíclica Rerum Novarum, un documento fundamental de la doctrina social católica que abordó los desafíos de la revolución industrial.

Ahora, afirma el nuevo Papa, puede ayudarnos, junto con toda la doctrina social, a comprender los avances de la inteligencia artificial.

Hoy, en el 134 aniversario de la publicación de Rerum Novarum, el 15 de mayo de 1891, CNA —agencia de noticias en inglés de EWTN— analiza el significado de esta encíclica.

Mientras la sociedad europea lidiaba con el impacto de la revolución industrial y el surgimiento de la ideología socialista a fines del siglo XIX, el Papa León XIII emitió una encíclica que expresaba empatía con el descontento de los trabajadores, pero una condena rotunda de los movimientos socialistas de la época.

La encíclica enfatiza la necesidad de reformas para proteger la dignidad de la clase trabajadora manteniendo la relación con el capital y la existencia de la propiedad privada.

El mensaje fue promulgado menos de 50 años después de que Karl Marx y Friedrich Engels publicaran su Manifiesto Comunista en 1848 y después de que el Papa Pío IX denunciara tanto el socialismo como el comunismo en su encíclica de 1849 Nostis et Nobiscum.

Las enseñanzas del Papa León XIII todavía pueden ayudar a informar a los lectores sobre la relación adecuada entre trabajo y capital.

León XIII escribe sobre un “gran error” adoptado por los movimientos obreros de tendencia socialista, que es la noción de que “las clases son naturalmente hostiles a las clases” y que “los ricos y los trabajadores están destinados por naturaleza a vivir en conflicto mutuo”.

Esta visión, afirma, es “tan falsa… que lo contrario directo es la verdad”.

“Está ordenado por la naturaleza que estas dos clases vivan en armonía y acuerdo, para mantener el equilibrio del cuerpo político”, enseña León XIII. “Cada una necesita a la otra: el capital no puede prescindir del trabajo, ni el trabajo del capital”, agrega.

El Pontífice, que reinó desde 1878 hasta su muerte en 1903, vio la necesidad de “unir a los ricos y a la clase trabajadora” en medio de los conflictos que se estaban gestando entre estos grupos en todo el continente.

Esto se puede lograr, dijo, “recordando a cada uno sus deberes hacia el otro” y “las obligaciones de la justicia”.

Para el trabajador, esto incluye el deber de “realizar plena y fielmente el trabajo que se ha acordado libre y equitativamente” y de nunca destruir la propiedad, recurrir a la violencia o amotinarse para lograr un objetivo.

Para el propietario rico, esto incluye el deber de “respetar en cada hombre su dignidad como persona ennoblecida por el carácter cristiano” y nunca “abusar de los hombres como si fueran cosas en la búsqueda de ganancias o valorarlos únicamente por sus poderes físicos”.

“El patrón está obligado a procurar que el obrero tenga tiempo para sus deberes religiosos, que no esté expuesto a influencias corruptoras ni a ocasiones peligrosas, y que no sea inducido a descuidar su hogar y su familia o a malgastar sus ganancias”, dice León XIII.

León XIII sostiene que los empleadores deben pagar a los trabajadores la totalidad de su salario y que estos deben realizar todo el trabajo acordado.Sin embargo, en el contexto de los salarios, añade que esto “no es suficiente”, ya que los trabajadores deben poder mantenerse a sí mismos y a sus familias.

“Los salarios no deben ser insuficientes para mantener a un asalariado frugal y de buena conducta”, escribe León XIII. “Si el salario de un trabajador es suficiente para permitirle mantenerse cómodamente a sí mismo, a su esposa y a sus hijos, le resultará fácil, si es un hombre sensato, practicar el ahorro, y no dejará de ahorrar, al recortar gastos, y así asegurar una modesta fuente de ingresos”, agrega el Papa.

En ciertos casos, León XIII alienta la intervención del gobierno, como cuando “los empleadores imponen cargas injustas a sus trabajadores”, cuando “las condiciones [eran] repugnantes a su dignidad humana” y cuando “la salud se ve amenazada por el exceso de trabajo”. Añade que tales intervenciones no deben “ir más allá de lo necesario para remediar el mal”.

León XIII también expresa su apoyo a las sociedades de ayuda mutua y a los sindicatos obreros, pero también advierte contra cualquier asociación que promueva valores contrarios a la doctrina católica. Fomenta también la creación de asociaciones arraigadas en la doctrina católica.

El pontífice afirma que existe un amplio consenso en cuanto a la necesidad de encontrar rápidamente un remedio oportuno para la miseria y la desdicha que aquejan injustamente a la mayoría de la clase trabajadora. Sin embargo, acusa a los socialistas de explotar la envidia de los pobres hacia los ricos para eliminar la propiedad privada y convertir las posesiones individuales en propiedad común, administrada por el Estado o los municipios.

“Sus argumentos son tan claramente ineficaces para poner fin a la controversia que, de llevarse a la práctica, el propio trabajador sería uno de los primeros en sufrir las consecuencias”, dice León XIII. “Son, además, rotundamente injustos, pues despojarían al legítimo poseedor, distorsionarían las funciones del Estado y crearían una profunda confusión en la comunidad”, asegura.

Utilizar este remedio para resolver las malas condiciones del trabajador, sostiene el Pontífice, “es manifiestamente contrario a la justicia”, ya que “todo hombre tiene por naturaleza el derecho a poseer la propiedad como suya”. Argumenta además que la intromisión del gobierno en los derechos de propiedad y en el derecho a sustentar a la familia es “un grave y pernicioso error”.

“Ese derecho a la propiedad… [debe] pertenecer al hombre en su calidad de cabeza de familia; es más, ese derecho es tanto más fuerte cuanto mayor es la extensión de la persona humana en el grupo familiar”, dice León XIII. “Es ley sagrada de la naturaleza que un padre provea de alimento y todo lo necesario a sus hijos; y, de igual modo, es natural que desee que sus hijos, quienes, por así decirlo, continúan su personalidad, reciban de él todo lo necesario para que puedan mantenerse dignamente alejados de la necesidad y la miseria en medio de las incertidumbres de esta vida mortal”, explica.

La Rerum Novarum sentó las bases de la doctrina social católica sobre el trabajo. Desde entonces, otros Papas han profundizado en las enseñanzas de la encíclica, incluyendo la encíclica Quadragesimo Anno del Papa Pío XI de 1931, con motivo del 40º aniversario del texto de León XIII, y la encíclica Laborem Exercens del Papa San Juan Pablo II, publicada en 1981 con motivo del 90º aniversario de Rerum Novarum.

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